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Su brillante color dorado cautiva inmediatamente a primera vista. En nariz, notas de almíbar de albaricoque y albaricoque se mezclan con notas de panal y frutos secos que perduran en el paladar en verbosas y complejas capas de frescura y complejidad. Una brisa de verano en forma de un vino que destaca por su elegancia y versatilidad.
Absolutamente divino como entrante, es la elección perfecta para acompañar sopas a base de crema y platos ligeros como la tempura de gambas con fruta de la pasión. Su complejidad aromática abruma los sentidos y marida muy bien con postres no demasiado dulces, como una tarta de almendras o una refrescante mousse de piña.
La multiplicidad de armonías posibles es sorprendente, y corresponde al consumidor descubrir nuevos sabores.
Un vino de muy buena calidad, obtenido mediante la mezcla de vinos de distintos grados de madurez y procedencia, envejecidos durante al menos 7 años en pequeñas cubas de roble.